Vivo una vida que a veces, creo que no me corresponde, vivo
en un mundo al que no siento como mi casa.
Estamos rodeados de “comodidades”. Es alto el precio que
hemos pagado por ellas.
Ya no está la madre en casa cuando el niño llega del
colegio. Tenemos que ir a un bar a comer garbanzos, porque sólo sabemos
utilizar el microondas y los sobres de gallina blanca.
Los niños, en la mañana de reyes, no juegan en la calle al
balón o montan en su bici nueva, están apoltronados en el sofá o dando saltos
delante del televisor jugando a la wii. Ya no hay niños en los columpios, en
las resbaladeras, están sentados en los bancos con sus maquinitas.
Ya no hay respeto por los padres, los niños están amparados
por esa maravillosa ley del menor y hacen y deshacen como les da la gana.
El bofetón que a todos nos han dado, ya no está permitido.
Nuestros propios hijos nos denuncian. ¿este es el siglo XXI?, gracias a Dios o
a quien sea, no conoceré más que este, porque no quiero ni pensar como será el s.XXII.
La culpa al que está arriba, a los mandatarios, que no nos
pueden contestar. ¿Todo es culpa del que está arriba?, no, un ejemplo muy
sencillo, por muy bien que esté hecho el tejado de una casa, si los cimientos
son un asco, todo caerá, tejado perfecto incluido.
Sólo me considero partidario de mi mismo, yo hago y deshago,
y como yo, muchos, creo, sinceramente que el problema es que no nos borramos de
la cabeza el refrán que dice “dame pan y dime tonto”.
Cuando el pan se ganaba con el sudor de la frente, todo era
distinto, porque para comer había que sudar, hoy basta con hacer acto de
presencia en el puesto de trabajo y mirar el reloj hasta que den las dos.
PACO ROMAN